Como hemos dicho en más de una ocasión, hay conciertos bonitos, conciertos que sabes que van a ser especiales, que algo mágico va a suceder esa noche. Y eso es lo que pasó en el concierto de Shinova el pasado 2 de febrero, que aterrizaba por primera vez en la mítica sala La Riviera de Madrid justo un año después de pasar por la Joy Eslava, concierto que tampoco nos perdimos y que os contamos también aquí. Y es que como dice la canción, «que casualidad, coincidir en estos tiempos, en el mismo lugar».
Muchas cosas han pasado en este año, tanto para el grupo como para nosotros, pero si hay algo que siempre permanece es la música. En este tiempo les hemos visto crecer como grupo, publicar un nuevo disco, o mejor dicho, discazo, como es Cartas de Navegación, conquistar escenarios y festivales a lo largo y ancho del país, y hemos tenido el placer de hablar con ellos en la entrevista que nos concedieron con motivo de la salida de su nuevo trabajo donde pudimos conocerlos más de cerca.
Por eso, la noche del pasado sábado era tan especial, era la puesta en escena de la evolución de los de Bérriz, de su consolidación como banda a tener en cuenta en este año y los que vienen. Y así lo demostraron ante una abarrotada Riviera para la que colgaron el cartel de SOLD OUT dos meses antes, dejando más que claro las ganas que teníamos de volver a verles tocar en Madrid.
Nada más acercarte a la mítica sala, en la puerta, un gran faro hinchable te indicaba el camino y te invitaba a hacerte una foto con él antes de entrar al concierto, que comenzó pisando fuerte al ritmo de Espejos y espejismos, perteneciente al nuevo trabajo del grupo. Con el público entregado desde el minuto uno, no era difícil mantener la atención con temas como Utopía o uno de los más queridos y aclamados de los vascos, Niña Kamikaze, que fue coreado a voz en grito por todos los presentes.
Más tarde, llegaría Viajero, de su disco Volver, tras la cual Gabriel de La Rosa hacía un inciso para recordar esa gran noche en la Joy Eslava de justo hace un año y agradecía tanto a los que allí estuvieron como a las caras nuevas que les veían por primera vez por acompañarles en una noche tan especial. «No sabéis lo felices que nos hacéis», decía el líder y vocalista de Shinova. A lo que yo me atrevería a añadir que es algo mutuo, ya que un concierto de Shinova es sinónimo de buen rollo y ganas de más, nunca decepcionan.
La noche avanzaba entremezclando temas de sus trabajos anteriores, como Volver con temas de su disco más reciente, como Guerra y Paz o En el otro extremo, haciendo que el público no dejara de bailar, saltar y cantar en ningún momento. Otra cosa a destacar del concierto es que nada más entrar te daban una pulsera luminosa que se activaba en determinados momentos con luces de diferentes colores a ritmo de cada una de las canciones del grupo. Sin duda, algo novedoso y que no se suele ver en los conciertos habitualmente.
Gabriel, al igual que el resto de la banda, estaba pletórico, y nos recordaba la importancia de vivir el momento, de disfrutar de este instante, de este momento, porque era algo que no íbamos a volver a vivir nunca y que merecía mucho la pena. Para después, tras este discurso acertado e inspirador (que confesó que llevaba ensayando mucho tiempo) dar paso a uno de los momentos más especiales del concierto gracias a Mirlo blanco. En el foso, mientras tanto, ondeaban dos banderas rojas con el símbolo de la portada de la re-versión de este tema, Mirlo blanco (Retando al vendaval), cuidando la puesta en escena hasta el último detalle.
Una de las grandes sorpresas del concierto, fue cuando Shuarma (Elefantes) apareció en el escenario para cantar con Gabriel Que casualidad, una de mis canciones favoritas del grupo. La complicidad entre ellos era más que evidente, así que nos regalaron una actuación emotiva y que creó un clímax especial en toda la sala.
Pero la noche aun no había acabado, aun quedaba Shinova para rato. El álbum, una de las primeras canciones que conocimos de Cartas de navegación, revolucionaba La Riviera y enloquecía al público, que no podía estar más entregado, para sorprendernos a continuación con una canción que me encanta y que no suelen tocar muy a menudo en los conciertos como es La ciudad dormida.
Solo una canción cerraba la parte final del concierto antes de los bises. La banda abandonaba el escenario de forma momentánea mientras los presentes nos preparábamos para lo que se avecinaba. Y es que aun quedaban grandes temas por sonar esa noche como La buhardilla de la musa, un tema que ha pasado algo desapercibido dentro de Cartas de navegación, pero que para mí es una auténtica joya. De hecho, fue la primera canción que me llamó la atención la primera vez que escuché el disco. No me esperaba que la incluyeran en el repertorio, así que gracias por eso, chicos.
En ese momento, Gabriel contaba que se cumplían 12 meses desde su anterior concierto en Madrid y que fue una noche muy especial pero que la de hoy se la guardarían para siempre. Lo que sirvió de preámbulo para el tema homónimo de la banda, 12 meses, antes de cerrar el concierto por todo lo alto con A treinta metros y con Gabriel bajando del escenario y apareciendo entre el público, y donde tampoco faltó el confetti, poniendo así el broche final a una noche inolvidable y que recordaremos por mucho tiempo.
«Prometeremos coincidir cada diez años aquí…». Porque la casualidad nos siga haciendo coincidir con grupos tan cercanos y musicazos como vosotros. ¡¡Gracias por todo, nos vemos pronto, chicos!!
Antes de terminar, como no podía ser menos, darle las gracias All Sounds Promotion, por el constante apoyo que nos dan siempre y por contar con nosotros para formar parte de una noche tan especial para todos.
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