Como ya os avanzábamos en el post anterior, a lo largo de los próximos días os iremos contando nuestra experiencia en el Mad Cool Festival 2022.
Por fin, tras dos años de espera y de tener que cancelar las dos ediciones anteriores por la pandemia, el festival de moda madrileño regresaba a la Ciudad Deportiva de Valdebebas y lo hacía con más fuerza que nunca. Este año han querido tirar la casa por la ventana, celebrando la «semana Mad Cool» del 6 al 10 de julio, siendo ésta la edición más larga hasta la fecha.

Sin lugar a dudas, las grandes estrellas de esta primera jornada fueron Metallica, cuya participación en el mismo no estuvo exenta de incertidumbre, ya que apenas unos días antes cancelaron su concierto en Suiza por dar positivo en COVID-19 uno de sus miembros. Por suerte, los fans pudieron volver a respirar tranquilos cuando actuaron la semana siguiente en el Bilbao Bizkaia Rock Day, donde estuvieron acompañados por grupos como Weeezer, The Hellacopters o Nothing But Thieves, confirmando, por tanto, su presencia en el festival.
Pero antes de su actuación en el Mad Cool, pudimos disfrutar de muchos otros grupos repartidos por los siete escenarios con los que contaba el recinto. El día empezaba con Wolf Alice en el escenario «Madrid is life». Los británicos fueron los encargados de inaugurar este escenario a la intempestiva hora de las 18.35h. Aunque, por suerte, la pequeña tormenta que tuvo lugar después de comer sirvió para refrescar el ambiente y bajar un poco la temperatura de las primeras horas de la tarde. Con temas como Smile, Delicius Thing, How Can I Make It OK? o la aclamada Don´t Delete The Kisses, pusieron a bailar a los primeros festivaleros que se acercaron a verlos.


Mientras tanto, en la carpa de Amazon Music descubrimos a Catnapp. Esta argentina afincada en Berlín, nos sorprendió con su particular propuesta en la que mezcla R&B, breakbeat, pop o drum and bass, y con su rap cargado de mensajes de amor, odio y miedo, pero que calan en lo más hondo de los que la escuchan.
Pero este no fue nuestro único descubrimiento del día, ya que en el escenario de la Región de Madrid, los californianos Thrice nos atrajeron a lo flautista de Hamelín con canciones como Firebreather, The Artist in the Ambulance o Promises.
La tarde continuaba con más grandes nombres, como Placebo, que reunieron a un gran número de seguidores en el segundo escenario; SFDK, que se adueñaron de la carpa The Loop powered by Iberdrola, con casi 4.000 metros y una capacidad de 9.000 personas, o Carly Rae Jepsen, que nos conquistó a todos con su Call Me Maybe.

Entonces, sin apenas tiempo para recuperarnos, llegaba uno de los momentos más esperados de esta jornada, que reunió nada más ni nada menos que a casi 70.000 personas que no quisieron perderse este primer día de festival. Por fin, llegaba el concierto de Metallica, el gran cabeza de cartel del miércoles.
En cuanto empezaron a sonar los primeros acordes de The Ecstasy of Gold, la famosa composición del italiano Ennio Morricone para la B.S.O de «El bueno, el feo y el malo» con la que suelen abrir los conciertos, el publicó empezó a corear mientras en las pantallas laterales se veía la mítica escena en la que Tuco (Eli Wallach) busca frenéticamente en el cementerio confederado la tumba que contiene 200.000 dólares en monedas de oro.
Un comienzo de lo más potente y que nos adelantaba lo que íbamos a vivir en las siguientes dos horas. Y es que los cuatro (James Hetfield, Kirk Hammett, Lars Ulrich y Robert Trujillo) no empezaron el concierto desde el escenario, si no desde una tarima central unida a éste por una pasarela, desde la que tocaron las primeras canciones (Whiplash, Creeping Death y Enter Sandman) y a la que sacaron bastante partido durante toda la noche, desplazándose por ella en algunos temas. Esto, junto al atardecer que caía sobre el cielo madrileño, hizo que fuera un comienzo muy especial, creando una especie de comunión entre todos los presentes.

Poco después, ya de vuelta en el escenario, James Hetfield nos daba la bienvenida a la «familia Metallica», a la que hizo referencia en numerosas ocasiones, y continuaban con más canciones como Ride the Lightning y Wherever I May Roam, antes de dar pie a uno de los momentos más esperados del concierto.
Nothing Else Matters se abría paso al anochecer, auspiciada por la luna que reinaba en el cielo y ese solo de guitarra que nos dejaba a todos con la boca abierta. Un momento mágico en el que el respetable no dudábamos en unir nuestras voces para cantar esta canción tan llena de sentimiento. Apenas un respiro para volver a subir la intensidad con Dirty Window, que convenció al público a pesar de pertenecer a uno de los discos más odiados de la banda («St. Anger»), Sad But True, o su particular versión de Whiskey in the Jar, de Thin Lizzy, en la que se vieron muchos puños y dedos en forma de cuernos en alto.
El viejo rock estaba de vuelta, aunque si algo me gustó comprobar fue que se podía ver entre el público a gente de todas las edades, incluidos niños con sus padres, lo que demuestra que el rock sigue vivo y que ni el reggaeton ni el trap pueden imponerse a grupos tan míticos como Metallica, llegando a la gente de cualquier generación.
De hecho, durante la noche, James Hetfield nos preguntó que quienes veíamos a Metallica por primera vez, haciéndonos levantar la mano, y quienes los habían visto más de diez veces, asegurando que estaba bastante igualado y dándonos la bienvenida a los nuevos a la familia.


Las llamaradas de fuego en algunos temas, los láseres y los efectos visuales potenciaban el ya de por sí enérgico show, adaptándose y acompañando a la perfección a cada canción. La recta final llegaba de la mano de Moth into Flame, Fade To Black y Seek & Destroy, pero no contentos con esta traca final, aun habían reservado lo mejor para los bises. Damage, Inc. y One servían de preámbulo perfecto para Master of Puppets, que se ha puesto de moda recientemente por salir en la última temporada de Stranger Things, y con la que cerraban un concierto redondo con fuegos artificiales incluidos.
Sin duda alguna, si algo demostraron los californianos esa noche es que siguen en plena forma, ya que nos regalaron dos horas de concierto impecables y llenas de energía. Y si algo tengo claro, yo que los veía por primera vez en directo, es que un concierto de Metallica es algo que hay que presenciar al menos una vez en la vida, porque merece mucho la pena.
Tras este conciertazo, Twenty One Pilots cerraban esta primera y exitosa jornada del Mad Cool Festival, dejándonos a todos exhaustos pero con muchas ganas de volver al día siguiente. Y es que aun quedaba mucho festival por delante…